(primera parte)
En esta breve crónica de viaje pretendo desentumir los dedos, arrebatar la tranquilidad al silencio y entrar con alegría desbordante a la hoja en blanco.
El pasado 20 de mayo viajabamos mi esposo Dante Alejandro y yo, con la euforia a cuestas, conoceríamos el Paraíso de la Hermosa Ciudad de Villahermosa; La Venta y algunos atractivos de esta ciudad que fuera maltratada por la Madre Naturaleza, hace poco tiempo. Por una u otra razón las cosas, no siempre resultan como uno quisiera. Los boletos con la etiqueta de no reembolsable harían una escala de casi un día en la ciudad de Toluca, nuestro ánimo siempre estuvo optimista el fantástico vitral de Toluca rescató la impresión tan degradante que nos llevamos en la memoria de la ciudad vejada, llena de gente y de comercio.
Una visita obligada que hicimos fue el mercado, en donde desayunamos para después regresar al aeropuerto y descubrir en cada mirada, en cada ceño una historia, una queja, una alegría. Las maletas eran utrajadas por las manos con guantes de latex, las filas para registro de equipajes y disfrutarnos con cada mirada, y hasta con el mínimo roce de piel, estuvimos pacientes y felices.
Cinco minutos antes de llegar al aeropuerto de Tuxtla nuestros oídos parecían que iban a explotar, no queríamos ni movernos y mucho menos hablar. La experiencia era todo un experimiento: Luna de miel-peligro-aventura. Caminamos un kilometro y nos subimos a una calandrita motorizada, haber, haber, bueno es una motocicleta acondicionada para llevar de 3 ó 4 pasajeros, quienes cobran como si fuera una transporte de Guadalajara, osea, cinco pesitos. La Canadrita motorizada nos llevó a otro colectivo que nos llevaría hasta Tuxtla. Este transporte es una combi que le da toda la vuelta al pequeño poblado tocando el clackson, como avisando que iba a partir, es como esas llamadas a misa, y ya era la última. Esa noche dormimos en Tuxtla, y el endemoniado calor se metió a cada uno de los rincones de nuestro cuarto. Tuxtla es un poco más bello que Toluca, pero sólo un poco.
Al siguiente día partimos a San Cristóbal de las Casascabe resaltar que volvió a ser una experiencia mágica-maravillosa reencontrarte con tus recuerdos y confirmar que el presente es un fruto de lo que cosechas. Llegamos, traté de contactar a 6 amigos que tengo por allá y no tuve suerte, sin embargo el ir por sus calles y ver a los chamacos jugar y escucharlos hablar su lengua fue bello. El viaje que no se hizo rumbo al Villahermosa se concentró en este poblado de Chiapas y nos llevó por rumbos insopechados. Dante estaba Feliz por aquellos rumbos el frío era certero, al igual que la cultura y las lenguas estaban más vivas que nunca.
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