lunes, 16 de noviembre de 2015
Esta colaboración apareció en Página Semanario de la Ribera de Chapala el 6 de noviembre del 2015.
Crónica de viaje
(Primera parte)
Berónica Palacios Rojas
Cada viaje despide una estela de magia y experiencias inolvidables pintadas con distintos pinceles. Este viaje mágico inició con la invitación por la Maestra Kyliel Casillas, María Dolores Velasco y Juan José Flores a la Tercer Velada literaria organizada en la biblioteca “José Trinidad Padilla” de la Preparatoria Regional de Puerto Vallarta, Jalisco. El arribo a esa tierra tan querida y añorada fue el 29 de octubre por tanto, como la velada sería hasta las 6:00 p. m. Pensé en comentarle por Facebook a mi amigo Raúl Gibrán, para ver la posibilidad de ir a la escuela donde labora.
Una vez confirmada la fecha e invitación a planear la salida, la ropa, los boletos; empacar los libros, los collares y regalos que aterrizarían en aquellas tierras paradisiacas. Hacer un mapa mental de las paradas a dónde llegar. Recordar las rutas, los nombres de las calles, los parques, las iglesias, las tradiciones que desfilaron mis pasos de niña. Y el recuerdo de los cines con exquisito sabor en el la memoria de 28 años atrás.
Vallarta fue parte importante en mi vida, y así lo digo en mis textos; en ellos realzo el ir y venir de la majestuosidad del mar, de su impotente presencia ante todos los que adornamos su cordillera de arenas infinitas y, los que nos sumergimos en su cálida agua. Vallarta me regaló de su bondad, muchos amigos que aún viven aquí, cada visita me regala un sabor dulce y memorable de todo.
Primer día: Llegué a las 3:00 a. m. Esperé un poco para no importunar a nadie, después de todo respirar ese aliento cálido de la costa, escuchar ese tiple tan característico de ellos y admirar el amanecer bajo la cortina de vapor de mi café. Todo estaba fríamente calculado. Llevar la mochila embarazada de libros y papalotzis con mi tía que vive en Mojoneras –cinco minutos de la central camionera- irme en un camión al Pitillal y de allí hablarle a Raúl, pues la cita con él era a las 8:30 a. m. en la Secundaria N 105. Eran las 8:00 cuando entró una llamada de Raúl, pasaría por mí a la Biblioteca que está en Mojoneras para ir a Las secundarias –primero a las 105 y después a la Pesquera o N 15-.
La Secundaria N 105 que se encuentra ubicada en la Col. La Trinidad. Pto. Vallarta. Antes del inicio de la charla y lectura propia se hicieron papelitos para hacerles rifas a los adolescentes. La Revista y Editorial Papalotzi siempre se han caracterizado por ser generosas, puesto que se donaron revistas y libros a la Biblioteca de Mojoneras, a las Secundarias 15 y 105, además de la Preparatoria Regional de Chapala ya lo decía hace poco mi amigo Rubén Salcedo: “Una mano Generosa es una mano poderosa”, ¿será por eso que Papalotzi a donde quiera que va es bienvenida, además se considera un referente Nacional por promover las lenguas indígenas y a artistas reconocidos, consagrados y emergentes. Bueno, se leyó un cuento hecho especialmente para ellos con tema local y dibujos exclusivos para la plaqueta.
Después de cincuenta minutos de estar leyendo y platicándoles cómo la Literatura me salvó de la amargura y el fatalismo. Se hicieron las rifas y me despedí feliz, aunque me hubiera gustado escuchar algunas preguntas sobre la revista o de mis libros que meses antes había donado a la Sala de lectura. De cualquier manera, se donaron algunos ejemplares que no había en exhibición, nos tomamos fotos y partimos a la cooperativa a desayunar unos ricos burritos de pierna.
Ya estaba agendada la invitación a la Escuela Secundaria N 15 o mejor conocida como “La Pesquera”, ubicada en Fluvial Vallarta. Quiero aprovechar la ocasión para agradecer la apertura y apoyo del Director Juan Carlos Santos E, quien se ha caracterizado por ser un impulsor de las artes, el fomento a la lectura y toda actividad que vaya en beneficio de los jóvenes Vallartenses.
La organización por parte de dirección fue estupenda al igual que el trato fue fraternal e inigualable por parte de las autoridades y los maestros asistentes. Cuando no se tiene un guion establecido ni siquiera un mapa mental se empieza con una lectura de amor, algo que les pueda dejar un mensaje. Cuando inicié platicando del cuento “El beso Soñado” y dije que siete de cada diez niñas eran violadas o abusadas en casa por parientes; los ojos de las y los infantes se agrandaron, los murmullos se desvanecieron y su atención se hizo más aguda. “Todo era amor y nada más que amor” dice Eugenia León en Ropa Interior. Ese fue el instante preciso para romper paradigmas en donde el maestro, el orador es el que tiene la razón, el que ilustra, si cada uno de ellos tiene una historia infinita debajo de su almohada. Al término el ir y venir de los mismos zapatitos, regresaban por un autógrafo, uno chico, uno más grande, un abrazo, un autógrafo en la mano, una carita feliz en la mano y al final se llevaron un libro de veinte pesos.
Salí contenta al dejar una pequeña huella de mi revista y editorial en manos del director. Quedé de ver a Raúl antes de mi regreso. Pero aún faltaban varias paradas impregnadas de recuerdos. Llegué a mi Hotel de cinco estrellas, lo disfruté un poco para regresar a la prepa en punto de las tres, no me cansaba de admirar a los jóvenes con vestimentas de playa, princesas tranquilas y llenas de sueños. Hablé a Kyliel y por suerte iba camino a su salón y me invitó a su Tae de Códigos y Soportes de la lectura del tercer semestre. Hablé y hablé sin trabas, sin límites y con alegría al saberme escuchada con aquella atención silenciosa y contundente. Hubiera querido estar con ellos mil horas, pero debía cumplir con mi enmienda de esa velada, pues era Invitada de Honor y me sentía alagada.
Al llegar a la Biblioteca “José Trinidad Padilla” fue impresionante el trabajo de María Dolores Velasco, las mantas de fondo mariposas en espiral con frases memorables de grandes escritores, y al centro una mujer viendo a los ojos a una mariposa que posaba en sus manos. Todo un programa bien organizado: Bienvenida, pieza musical con saxofón, conversación con escritores y lectura de: Itzel Enif Bravo ganadora Fil Joven y un joven que participó en la última revista de Vaiven y yo como invitada de honor. Hubo baile de Flamenco y hawaiano, tocaron el tradujeron un soneto de Kyliel al francés y le dieron lectura, después ella leyó la traducción al castellano. Intensa velada y mi amiga me invitó a Vips, cenamos mar y tierra, después me llevó a mi hotel.
Esta crónica apareció en Página Semanario de la Ribera de Chapala, Jalisco
Crónica de viaje
(segunda parte)
Berónica Palacios Rojas
Y continuó la travesía por esa tierra paradisiaca de Puerto Vallarta. Al siguiente día de la presentación, habría que recuperar algunos aromas, paisajes y recuerdos que mi memoria aún atesoraba. La pertinaz llovizna que dejara “Patricia” pintaba el paisaje nostálgico para mantenerse entre las sábanas leyendo un libro y tomando un café negro y calientito. O bien, salirse del hotel y regresar antes de las doce, hora que se vencía mi estancia en él.
Siete de la manaña.
Después de bañarme bajé a tomar el desayuno continental, cortesía del hotel. Revisé mi cuenta de correo para ver las novedades del día, entonces en el correo de la revista me encontré con un mensaje tierno y lleno de entusiasmo de Jorge Eduardo Ayala Tello, alumno de la Preparatoria de Vallarta. Este joven hizo un texto, mientras se llevaba a cabo el atardecer de la velada literaria. Por tanto, al término de la velada lo envió del cual rescato el inicio: “Muertas de envidia, llama a las nubes. Pájaros vuelan en este hermoso día pero nubes ciegan al sol, la salida”.
Él, apenas tiene poco escribiendo pero lo importante es que no desista en este oficio tan difícil de llevar a cabo y tan demandante de tiempo. Con morral y rebozo en mano me subí a un camión que me llevara a Olas Altas, lugar donde trabajamos en un tiempo. Pocas cosas habían cambiado, una de ellas fue cuando descubrí que pasaban cerca de donde antes era el Cine Colonial. Y con el mismo asombro característico de la infancia, recordé sin evitar las lágrimas que presurosas se asomaban a mis ojos. Las fachadas, calles empedradas, los condominios empotrados en los cerros y los extranjeros apropiados de ese paraíso. Embelesada estaba cuando bajé para admirar el río color de chocolate, que rebozando de gusto llegaba a la playa. Todo estaba igual, la islita, el mercado de artesanías, la maleza que custodiaba al imponente río-chocolate.
Mientras la llovizna armonizaba el paisaje caminé hasta Olas Altas descubriendo a mi paso cada vez más extranjeros, amables y sonrientes. Llegué y me regresé a mi hotel justo para la salida. No hablé a nadie preferí llegar de sorpresa tomé mis maletas y busqué el camión que dijera San Vicente. Menos más, llegué aproximadamente a la una y media; mis primas no me esperaban; pero fue una tarde de recuerdos, comida y una charla amena y cordial. La literatura siempre va ser tema en las conversaciones que me rodea, ya que por ella fue que llegué a Vallarta y esa era una realidad. La literatura radica en dejar la inercia y mirar con asombro a nuestro alrededor. Por ejemplo allí donde estuve con mis primas le llaman cartolandia, que si hubiera llegado “Patricia” no hubiera quedado nada de esas casas. Regalé libros a mis sobrinas que sorprendidas vieron mi cara en la contraportada y no creían que fuera yo. Mandé algunos a la Biblioteca de su secundaria y me sentí feliz. Además, recordé que ver todo con la mirada de niño es un virtual que no todos poseen.
Quedé de verme con Raúl por la tarde pero la jugosa charla y la pesadez de la llovizna y las maletas cayeron como toneladas. Tomé la decisión de hablarme a mi amiga Kyliel para quedarme con ella. Ella es como mi madrina mágica, siempre me aconseja de cosas laborales. Hablamos de mil cosas y la charla parecía eterna. Cuando tienes una amiga con la que hay tanta empatía los rencuentros son cada vez más intensos y uno se redescubre internamente.
Para nosotras nunca habrá tema prohibido ya que por medio de la literatura nos conocimos y asimismo, yo la considero infinita. La vida en sí misma implica todo lo que está en ella, el trabajo, los quehaceres diarios y los amores olvidados en un poema caduco. Participamos en la cotidianeidad de las cosas; lo cual permite ver un pájaro engalanado de rojo pasión y soñar con el amor de nuestra vida. Por ejemplo cuando caminas por la playa y le das la importancia a una chancla en la arena y le haces un poema, a esas cosas que dice algo de la vida.
Mi amiga me llevó con mi madrina a la Aurora y al verla no me resistí de quedarme con ella otro día más. Me llevó a su Villa de Mismaloya, llamada Villa Genoveva. La maravillosa vista que se proyecta desde esa villa es mágicamente maravillosa. Una cálida charla se acentuaba mientras preparábamos el desayuno vimos las chachalacas y ardillas que merodeaban libres y salvajes. Fue un día de más recuerdos, y donde mis ojos se embriagaron con una vista que sólo en las películas se dan. Al estar en la falda de la playa sintiendo las minúsculas arenas en los pies desnudos, pensé que era un pecado ir a la playa y no darse un chapuzón con esa agua tibia y limpia de la Playa Conchas chinas.
Por la tarde fuimos a la iglesia y reconocí a San Charbel, santo libanés que resguarda mi casa en Chapala. Las horas se fueron desplomándose una a una sin miramientos. Esa noche en punto de la una de la mañana, tomé el camión a Guadalajara. Mi viaje había terminado, con la certeza de regresar pronto.
Siempre fui jacalera y chirotona decía mi madre. Todas las tardes como a eso de las once me iba a bañar al río, me gustaba sentir el masaje de la corriente en mi espalda mientras las piedras lo hacían en mis pies desnudos. Me gustaba el roce de esas manos toscas entre mis piernas desnudas y escuchar las melodías ochenteras que armonizaban al otro lado del puente colgante. Así podía olvidar, por momentos, el aroma a gasolina que despedía mi padrastro a cada paso que daba y que mi condición de adolescente de quince años repudiaba. Quien diría que unas pequeñas manos causaran tantos suspiros. Ella tocaba con delicadeza la comisura de mi entrepierna y la redondez de mis senos. Mis labios emitían sonidos nunca formulados. Ella, atribulada de gracia, de sabiduría y de experiencia se sumergía en al agua cada 20 minutos para contemplarme. Entre roces y tocamientos pudimos desatar un chisme tan grande como el incendio de un pueblo.
Después optamos por vernos en la parte más alta del río, nuestro amor brillaba en la lejanía donde no pudieran salpicar de rumores nuestros nombres. Yo fiel a lo que ella ordenara, a las peticiones que dejara en mi ventana cada madrugada y a soportar su ausencia cuando lo determinaba.
Al transcurrir tres meses de sufrir una sospecha inmutable. Busqué en su lugar favorito y me mantuve alerta por cuatro horas. Apareció tan radiante dejando entrever la obesidad que la guardaba. Iba acompañada de Juana Tamales, al principio no quería creer lo que veía. Ambas se despojaron de los zapatos, del pantalón y las camisas y así, se sumergieron en el río ante mi vista borrosa. Sin pensarlo dos veces esperé eternos minutos; de entre mis piernas bajaba la humedad traidora y amarga. En la primera oportunidad tomé una piedra y golpeé a la intrusa roba parejas.
Recuerdo como sueño, la mancha roja que crecía junto al cuerpo de Juana que flotó que se encaminó por la corriente herida rumbo al mar. Alicia sin pensarlo me tomó de las greñas y me quería ahogar en el mismo lugar donde el río se llevó a su amor de turno.
Desde entonces, dejé de ser chirotona y jacalera. Me fui a vivir sola, dejé de frecuentar a las amigas y me hice a la idea de que me tenía que casar con un hombre y tener chilpayates para callarles la boca y cerrar la herida de este río, donde enterré el amor de mi vida.
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